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Algunas Adversidades Acaecidas en el Santuario de la Virgen de la Sierra.

A lo largo del tiempo han sucedido acontecimientos desagradables en el Santuario que alguno de ellos han tenido cierta relevancia afectando a la Sagrada Imagen de la Virgen. Pero, por su intercesión, la Divina Providencia hizo que ninguno de ellos acabase en tragedia irreparable. Seguidamente recordamos algunos de los sucesos que tenemos información.

Lo acontecido a un devoto de la Virgen de la Sierra.
Por la importancia del dato histórico de la fecha, y por ser una de las primeras pruebas documentales de la existencia del Santuario, creo interesante reflejar aquí mi conclusión del relato que Juan-Miguel Mendoza Garrido, nos hace en su libro titulado “Delincuencia y Represión en la Castilla Bajomedieval”, prologado por Luis Rafael Villegas, editado en Granada en 1999, sobre lo acontecido a un fiel devoto de la Virgen de la Sierra, llamado Fernando y avecindado en Alcázar de San Juan.

Resulta que este señor de Villarrubia, siendo procurador del concejo de Alcázar, estaba en la Chancillería de Granada averiguando la verdad de sus vecinos que se hacían llamar hidalgos para que contribuyeran los que alegaban hidalguía sin serlo, entre los cuales pleiteaba con un tal Pacheco, y, una noche en Granada, estando Fernando dando agua a su caballo en un pilar, un hijo de este Pacheco, llamado Gaspar, le dio una cuchillada que le atravesó la cara y las narices, y por consiguiente la herida le dejó señal. Entonces se le procesó al dicho Gaspar pero nunca se pudo ver tal proceso porque huyó a Pamplona.

Tres años después, el susodicho Gaspar regresa a su pueblo convertido en un escudero de porte distinguido y anda buscando a Fernando. Enterado que se había ido, él y su mujer, a velar a la Virgen de la Sierra, vino hasta aquí, llegando al Santuario el sábado por la noche sin lograr verlo allí, para conseguir que su antigua víctima le reciba como amigo y le perdone públicamente por la agresión que le infligió en Granada.

Pero no lo consiguió, porque unos días después, el 13 de octubre de 1514, comparece Fernando ante un alcalde de la Hermandad Vieja de Ciudad Real presentando una querella contra Gaspar Pacheco, acusándole de haberle atacado con una ballesta cuando se dirigía a Alcázar en una carreta por el camino de Villarrubia a Arenas, él y su mujer, un lunes de septiembre de dicho año, después de haber estado velando a la Virgen la Sierra el domingo anterior.

Alboroto por la jurisdicción el día de la fiesta de septiembre de 1554.

Jétar, según la «Crónica de la Orden de Calatrava», editada en Toledo 1572, escrita por Fray Francisco de Rades y Andrada, en la relación de encomiendas de dicha Orden figura con la denominación de Xetar de los Bodonales, figurando como Comendador de la misma Frey Ruy Díaz de Verguilla, cuando era Maestre D.Pedro Girón (Maestre que murió en Villarrubia, el 2 de mayo de 1466, cuando iba a contraer matrimonio con la que fuera luego Reina de España Isabel la Católica). Por estas fechas, Jétar era una encomienda independiente, quedando anexa a la de Daimiel por el Capítulo General de la Orden de Calatrava celebrado en Sevilla en 1511, por encontrarse casi despoblado.

En el pleito que sostuvieron el comendador de Daimiel y el señorío de Villarrubia de los Ojos, sobre la jurisdicción del Santuario, nuestro Ilustre Dr. don Luis Villalobos, en la página 183 de su libro titulado «SIGLO XVIII, toros jijones, esplendor y ocaso de esta ganadería brava española», nos dice:

«… Sabemos cómo Villarrubia fue vendida por el César (era el Rey de España Carlos I) al conde de Salinas y de Ribadeo, don Diego Gómez Sarmiento y Villandrando, el día 18 de diciembre de 1551, si bien la escritura de venta no se firmó hasta el 28 de Octubre de 1555 en la ciudad de Bruselas».- «La costumbre de acudir en romería al Santuario de Nuestra Señora de la Sierra era anterior a la desmembración de Villarrubia de la Orden de Calatrava … y que antes de esta venta y “desde tiempo inmemorial” ya acudían los comendadores de Villarrubia al santuario “para que no hubiese escándalos y castigar los excesos que se hicieren”, ya que “había gran concurso de gente que iba en romería la víspera y día de Nuestra Señora de Septiembre y en otras fiestas principales”. Y que, en estos días, eran sólo las justicias de Villarrubia las que acudían a la ermita.- Pero el día 7 de Septiembre de 1554, y según dijeron los testigos de Villarrubia, se presentó en el santuario don Francisco de Benavides, comendador de Daimiel, acompañado de un alguacil del gobernador del Campo de Calatrava y muchos vecinos de Daimiel, alegando que estaba enclavado dentro de los términos de Jétar, pretendiendo ejercer su jurisdicción sobre la ermita, y, con mano armada, el señor Benavides rompió la vara del alcalde mayor y justicia de Villarrubia.- Este hecho dio lugar a un laborioso pleito, que duró hasta 1566, por el cual se reconoció el derecho del señorío a esta jurisdicción, ya que en el Conde de Salinas, por mediación de don Antonio de Avila, había presentado un escrito, con fecha 7 de Octubre de 1555, en la ciudad de Valladolid, en donde quedó planteado el litigio, poniendo de manifiesto que el señor conde había pagado por Villarrubia, incluso por el santero de la Virgen, 120.000 ducados…”

Visto lo que hay de la existencia de la executoria del aludido Pleito sobre los territorios de Jétar y Villarrubia (pues está incompleto, falta el inicio y final del mismo), catalogado en la caja 67 del archivo municipal, en las 25 páginas existentes, se confirma en varios detalles que el hecho de que ejercieran autoridad en el Santuario exclusivamente desde Villarrubia, sin ninguna otra autoridad de la Orden de Calatrava, indica su origen anterior a la adquisición de este territorio por la donación de las pertenencias de la Orden de Monte Gaudio o Monfranc.

Los Carlistas por el Santuario.

La 2ª Guerra Carlista se produjo cuando Carlos Luis de Borbón, pretendiente de Isabel II, en el año 1847, se hizo llamar rey con el nombre de Carlos VI. Con este enlace se trataba de poner fin al pleito dinástico, desde el fallecimiento de Fernando VII en 1833.

En mayo de 1848, para el levantamiento carlista en Extramadura y la Mancha, Blas María Royo (que ya actuó de comandante general en Cataluña en la 1ª guerra carlista) se había unido a Mariano Peco que estaba en Portugal, para la formación de un escuadrón. Al final de junio penetraron ambos en España reclutando hombres y batallando sin éxito, cruzando la provincia de Badajoz hasta que penetró en la de Ciudad Real, donde en las proximidades de Fernancaballero se le unieron 12 armados, continuando hasta Torralba, pero estando en las paredes del pueblo al amanecer oyeron ruido de caballos de un escuadrón de liberales, se retiraron hacia Malagón donde pernoctaron algún tiempo en la Venta de la Zarzuela.

Royo se separó allí de Peco y con unos cuantos hombres a caballo se dirigió al Santuario de la Virgen de la Sierra para exigir provisiones al pueblo de Villarrubia y, a través de la santera, Epifanía Romero Gómez-Porro, mandó un escrito de cuyo contenido y contestación del Alcalde al mismo, se hace eco el Gobernador Civil, máxima autoridad de la provincia, en el Boletín Oficial de Ciudad Real, de fecha 11 de Septiembre de 1848, que dice:

“Con fecha 9 del corriente me participa el Alcalde de Villarrubia, que a las 2 de la tarde de dicho día se le había presentado la santera de la Virgen de la Sierra con un oficio del faccioso Royo, en el que exigía a dicha villa la cantidad de 1.200 reales por valor de 200 raciones de toda especie a cuya exigencia contestó el Ayuntamiento y mayores contribuyentes, que aquel pueblo estaba decidido a no transigir de modo alguno con la Facción, como hasta ahora lo tienen acreditado en cuantas ocasiones se le han presentado y que por consiguiente no tan solo se negaba a dar esta cantidad sino que está pronto a defenderse de cualquiera tentativa que proyecten los facciosos; cuya contestación he determinado se publique en el boletín oficial para satisfacción de aquella Corporación y de todos los vecinos de Villarrubia, esperando que, en casos de este género, la conducta de los pueblos de la provincia será igual a la de esta villa. Ciudad Real, 11 de Septiembre de 1848.- Vicente José Recuero”.
Por aquellas fechas, Villarrubia estaba en plena celebración de sus fiestas patronales, con la Sagrada Imagen en el pueblo, pues según nota del Gobierno Civil dirigida al Alcalde, fechada el dos de septiembre, textualmente dice:

“En vista de las razones que V. me expone en su oficio de 27 de Agosto último; concedo la licencia que solicita para trasladar a esa Villa, desde su Santuario, a Ntra. Sra. de la Sierra, y celebrar en ella el día 8 del corriente, la función de costumbre”.

Tras recibir esta autorización, la Corporación Municipal celebra Sesión Extraordinaria el día 3 en la que se trató de trasladar la Imagen del Santuario al pueblo el día 5 para festejarla y devolverla al Santuario el día 17 de este mismo mes de Septiembre.

Destrucción de la Imagen en la guerra civil de 1936-39.

Los sucesos más funestos que tuvieron lugar se dieron en verano del año 1936, cuando fue expoliado y saqueado el Santuario, culminándose en la primavera de 1937 cuando fue quemada la Sagrada Imagen de la Virgen de la Sierra. Según testigos que presenciaron, aquellos hechos, Porfiria Fernández Alises, hija de los santeros, que contaba 15 años de edad, los iconoclastas, a la Imagen de la Virgen la despojaron de sus vestiduras y la envolvieron en un hule y con él la llevaron hasta la puerta de la escalera de la Ermita al patio, se lo quitaron y dándole un «puntapié» la echaron a rodar por la escalera y como no se rompía la emprendieron a tiros con Ella, según relato de los hermanos Porfiria y Hermenegildo hijos de los santeros. Éste, Hermenegildo, que contaba 13 años de edad, se encontraba cuidando un rebaño de cabras en el monte muy cerca del santuario, y oyó unos tiros, bajó corriendo por ver que pasaba cuando se halló en el momento que procedían a quemar la Imagen en la hoguera que habían formado en el patio con los bancos de la iglesia, las andas de camino, las sillas y demás utensilios, así como documentos y enseres susceptibles de ser pasto de las llamas con la Sagrada Imagen en el centro. Estos interlocutores, junto a su madre, veían desde la ventana de su cocina cómo la Imagen era lo último que se quemaba, y cómo los pirómanos iconoclastas atizaban los restos que quedaban sin arder mofándose de extinguir el símbolo de religiosidad popular de todos los villarrubieros.

Esta familia de santeros, cuidó y conoció dos imágenes de la Virgen de la Sierra: la destruida en 1937, y la nueva, construida en 1940. Gracias a esta familia de santeros se pudo construir esta nueva Imagen. Quiso la Divina Providencia que no se extinguiera del todo nuestro símbolo de devoción espiritual más emblemático, y que la familia santera salvase a tiempo las reliquias necesarias base para que, tres años más tarde, un imaginero consiguiese el prodigio de esculpir en madera la nueva estatua morena.

Cuando quedaron precintadas las puertas de la Ermita ya se había producido el rescate de las reliquias que luego servirían de base para construir la nueva Imagen. Estas reliquias providencialmente se rescataron porque cuando La desnudaron sus ropas quedaron a un lado en el suelo y, al día siguiente la santera vio que las manos de la Virgen y la cabeza del niño todavía estaban pegadas al manto. Entonces mediante su hijo «Bienve» que contaba 3 años y su hija Porfiria salvaron estos restos haciendo que el niño por dentro de la sacristía y Porfiria por fuera las sacaran por la ventana, siendo custodiadas por el santero, Hermenegildo Fernández Carranza, el tiempo que duró la guerra.

El “Maquis” merodea por el Santuario.

Según información oral de Mónico Sepúlveda Alises, hijo mayor de Julián Sepúlveda Gómez, santero que había entonces, corría el año mil novecientos cuarenta y siete (1947), cuando sobre el día veinte de octubre un hijo de éste, Félix de 14 años de edad, cuidaba un rebaño de cabras que estaba pastando en el monte, cuando fue sorprendido por un grupo de seis miembros del “Maquis” (ellos se denominaban guerrilleros) que estaban apostados observando los movimientos de la casa de la finca Navarredonda (vulgar Navarramonda), pues intentaban secuestrar a un hijo del dueño para obtener dinero del rescate, como al parecer sucedió. Estos retuvieron al joven Félix para que no los delatase hasta tanto no fuera la familia advertida de su estancia en aquel paraje. El rebaño de cabras quedó sólo, y fue la tardanza del regreso y recogida de los animales a los corrales la que motivo su búsqueda, cuando los hijos mayores de Julián empezaron a buscar al rebaño y su pastor, se vieron sorprendidos por los secuestradores que retenían a su hermano menor. Entonces quedó uno de ellos retenido dejando libre a los demás, que fueron acompañados por dos de los guerrilleros “Maquis” a la casa del Santuario, con la condición de que les preparasen algo para comer, advirtiéndoles que ni los padres ni ellos dijeran nada de lo sucedido. Así lo hicieron. Francisca, la Santera, madre de los retenidos, les preparó para cenar y les hizo merienda para el día siguiente, pues al parecer ya que habían sido descubiertos sólo querían de ellos algo de comer y el deseo de no divulgar su estancia en aquellos alrededores.

Aquella banda estaba capitaneada por “Recoba”, que al año siguiente murió en la finca Valparaíso (casa del “Guardilla”, hoy se dice de Mosquito), según el siguiente relato:

“Enterado el Jefe de la Comandancia de Villarrubia de los Ojos de que la partida de bandoleros capitaneada por “Recoba”, tenía el proyecto de secuestrar al hijo del dueño de la finca “Valparaíso” del término de Villarrubia, por el que exigirían 250.000 pesetas, dispuso un servicio tanto el exterior de la finca como en su interior, y que los guardias vestidos de paisano permanecieran en la misma como si fuesen trabajadores. Tras dos días de espera, en la tarde del día 17 de julio de 1948, apareció en la finca “Recoba” y dos bandoleros más, con ánimo de llevar a cabo el proyectado secuestro. Uno de los Guardias, vestido de paisano, fue llamado por el bandolero, mas en lugar de obedecer procuró atraer a los bandoleros hacia la casa, en cuyo momento, la fuerza apostada hizo fuego, logrando dar muerte al indicado “Recoba” y “Antonio” y herir al tercero que logró huir” (relato sacado del libro titulado «La Guerra Civil en Retaguardia» de Francisco Alía, editado por la BAM de la Diputación de Ciudad Real).
Incendio en las inmediaciones del Santuario.

Un enorme incendio está devastando los montes de Villarrubia de los Ojos. El frente de fuego se extiende en una línea que alcanza de diez a doce kilómetros, y va desde Fuente el Fresno hasta más allá del Santuario de la Virgen de la Sierra. A las once y media de la noche, del día 26 de Julio de 1978 (información telefónica de D. Ramón Crespo López al Diario LANZA), el fuego se estaba incrementando, por lo que las viviendas del Santuario tuvieron que ser desalojadas y la Imagen de la Virgen quedó preparada para una posible evacuación.

El incendio, al parecer, comenzó sobre las nueve de la mañana, a consecuencia de una chispa de una máquina agrícola (cosechadora de cereales), que estaba trabajando en una finca al lado izquierdo de la carretera de Fuente el Fresno a Malagón. En las primeras horas de la mañana, varios agentes de ICONA y vecinos de Fuente el Fresno, lograron casi apagarlo, pero sobre las dos de la tarde, se volvió a reproducir, y por la dirección del viento «ábrego», favorable para extenderse hacia el monte, las llamas rápidamente saltaron, la carretera de Fuente el Fresno a Villarrubia de los Ojos, por una alcantarilla, introduciéndose en plena sierra, quemando todo lo que hallaba a su paso, propagándose inmediatamente hasta llegar a las inmediaciones del Santuario, bordeando todo el paraje del mismo, quedando milagrosamente aislado todo el recinto del Santuario y su Patrimonio Forestal. Contribuyeron en los trabajos de extinción, y a la no propagación del fuego a este paraje, el máximo celo puesto por las personas que intervinieron, como los agentes de ICONA, un nutrido contingente de soldados del Regimiento de Artillería de Ciudad Real y fuerzas de la Comandancia de la Guardia Civil de Ciudad Real, así como numerosos vecinos de Villarrubia y Fuente el Fresno. A consecuencia de este gran incendio, quedaron arrasadas unas 250 hectáreas de pinos y matorrales de monte bajo de toda la parte norte y noroeste del recinto del Santuario.

Nuestra Virgen, que como todo lo divino es imperecedero, resurge siempre a nuestra vista superando todas las adversidades, y Élla, que todo lo puede, permite su profanación para darnos ejemplo y enseñarnos a acatar los designios del Altísimo. El desenlace feliz, de estos acontecimientos, nos hace reflexionar de que en cada uno de ellos ha intervenido milagrosamente, para que el pueblo de Villarrubia siga teniéndola como Embajadora Celestial en esta tierra.

Ciudad Real, mayo de 2002
Fabián Martínez Redondo

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