LA VIÑA Y EL VINO EN VILLARRUBIA DE LOS OJOS

En nuestro pueblo, vinícola por excelencia, la viña se cultiva en la mayor parte de sus tierras, que por el conjunto de su variedad, tienen unas características especialmente adecuadas para el cultivo de la vid, con microclimas que distinguen a sus viñedos, donde las temperaturas y las horas de luz hacen posible la actividad y la maduración de las distintas variedades de uva, de donde se obtiene un vino de excelente calidad. Así, tenemos la parte más cálida del terreno ubicada en la ladera de la sierra, donde sus tierras pedregosas son especialmente agradables al viñedo, porque los cantos ayudan al saneamiento y aireado del suelo para mantenerlo más fresco, y dan las uvas más finas y con mayor grado alcohólico. La mayor parte de la tierra cultivable, formada por tierras del «Turón» al Este del término, las tierras del «Chaparrillo» al Oeste, y las tierras al Sur conocidas como de «chaparral» más calizas también dan uvas muy finas con buen grado alcohólico. Las tierras salobres y limosas, ribereñas del río Gigüela, dan uvas más ácidas y de menos grado maduradas más lentamente. La mezcla espontánea durante la vendimia, de los mostos obtenidos de las uvas de estas tierras, dan como resultado un excelente vino, muy apreciado allende nuestras fronteras.

La vid en el suelo de nuestro término municipal. Las vides «Castellanas» o del «País», como aquí se conoce a la «vitis europea», vegetaba bien en todos los suelos de nuestro término municipal, menos en los salobres y demasiado húmedos, por lo que antes de llegar la Filoxera no se precisaba tener en cuenta la composición del suelo. Tras la invasión de esta plaga, los viñedos pronto se vieron diezmados y la regeneración de los mismos hubo de hacerse con vides americanas que resisten bien los ataques de la filoxera, aunque en el aspecto del suelo, muchas de ellas temen suelos calcáreos, y hay que elegir bien la variedad del portainjerto adecuado para cada tipo de terreno.

Calendario cultural de la vid. Por la permanente preocupación de nuestros agricultores, en su larga experiencia en el cultivo de la vid, y por ser este uno de los cultivos que mejor se adapta a nuestra difícil meteorología y a la variada calidad de nuestros suelos, observo que el nivel de conocimientos alcanzado, ha hecho que las abundantes cosechas producidas años atrás sirvieran de cierta estabilidad socioeconómica en nuestro pueblo, generando gran número de jornales, garantizando con ello la subsistencia de la mayoría de sus habitantes, surgiendo a su alrededor una importante industria vinícola de transformación y elaboración de vinos y mostos. Es un cultivo que tiene gran componente social y, hasta ahora, ha sido el que ha proporcionado mayores ingresos, pues no en vano, se vienen cultivando de viñedo aproximadamente dos terceras partes de la tierra cultivable del municipio.

Saben nuestros agricultores de las exigencias de este cultivo y, una vez formada la plantación adecuada, el calendario a cumplir en las fechas y momentos oportunos. Todas las atenciones culturales que la vid necesita, como las podas, los injertos, las labores de arado, los tratamientos fitosanitarios de plagas y enfermedades, así como la vendimia, normalmente son ejecutadas de manera ejemplar. De estas operaciones destacamos la más esperada por el agricultor, como es la vendimia, que ha tenido siempre y sigue teniendo un componente agrosocial muy importante, porque normalmente intervienen todos los miembros de la familia.

El vino y su cultura. De forma sintetizada, diremos que el vino es el líquido resultante de la fermentación del zumo de la uva fresca que se inicia espontáneamente unas horas después de obtenido el mosto, entonces tiene lugar en el líquido una elevación de la temperatura de forma natural, por la que se transforma el azúcar del mosto en alcohol.

Desde los tiempos de Noé hay una cultura del vino. El vino entró a formar parte de la cultura occidental a través de la civilización helénica. Baco, dios de las vendimias y del vino, aparece en la mitología romana como el heredero de la tradición placentera y embriagadora del Dionisios griego.

Mientras el Islam repudia el vino, el Cristianismo lo acogió incorporándolo a sus ritos religiosos desde el principio de su liturgia, sujeto a transformación mística durante la consagración de la Misa. Entre los milagros de Jesucristo, el primero que hizo es la conversión de agua en buen vino, en una boda en Caná de Galilea, donde se acabó el vino mediado el banquete (Evang.según San Juan).

El beber vino aparece como una costumbre muy extendida entre cualquier capa social y uno de los efectos más positivos que el vino puede tener, y sin duda beneficioso, es el efecto social y humano. Según algunos tratados culinarios, ingerido en dosis moderadas, tiene un efecto tónico y reconstituyente sobre nuestro organismo, y produce sedación y bienestar. En todas las épocas y culturas, el vino se ha considerado como un tranquilizante y anestésico. Luis Pasteur, afirmaba que: «El vino es la bebida más saludable e higiénica de todas las que se pueden consumir».

Breve historia de la vid y su problemática. Los primeros datos que poseemos del cultivo de la vid en nuestro municipio se remontan a la estancia de la Orden de Calatrava en Villarrubia. Esta Orden religioso-militar estuvo aquí unos 330 años. El contrato de compra-venta al Conde de Salinas en 1551, nos habla de las viñas del Reato y de las tercias del vino que se llevaba el Arzobispo de Toledo. También las Relaciones Topográficas del Rey Felipe II, del año 1575, nos hablan del diezmo del vino que los vecinos de esta villa pagaban.

Establecemos aquí una serie histórica sobre la evolución de este cultivo en Villarrubia (*).
AÑOS

En cultivo
único

En cultivo asociado
Viña y olivar

TOTAL
Has.

1.575

274

96

370

1.753
803
263
1.066
1.910
1.487
1.195
2.682
1.934
3.586
2.689
6.275
1.950
4.482
2.986
7.468
1.960
5.267
1.266
7.533
1.970
6.797
1.716
8.513
1.980
11.020
300
11.320
1.990
11.660
570
12.230
2.000
9.722
528
10.250
(*) Elaboración propia a partir de varias fuentes: Estimación, según los diezmos de tributos en uva, de las Relaciones Topográficas de Felipe II; las plantaciones declaradas en el Catastro del Marqués de Ensenada; la distribución absoluta de 1a superficie cultivada en 1.910; del Boletín del Instituto de la Reforma Agraria de 1934; y de la Delegación Provincial de Agricultura.

Por diversas razones, la viticultura a lo largo de su historia ha pasado por varios altibajos con problemas difíciles de resolver, unas veces por exceso de producción, otras veces por las plagas y enfermedades, otras por la competencia de los caldos de otros países y otras también por los períodos de pertinaz sequía. En la actualidad tiene que hacer frente al fuerte desequilibrio existente entre producción y consumo de vino. Cada vez se consume menos vino, al darle paso a otras bebidas alcohólicas perjudicando gravemente al consumo de nuestra riqueza principal.

Se dice que la Historia se repite, y por esta razón se deduce que la Historia nos va enseñando mucho. Aunque no sirva de consuelo, no estará demás retrotraerse en la historia y recordar que en otros tiempos también hubo intentos de restringir la expansión vitivinícola.

Ya en el siglo I de nuestra Era, después de que los romanos fomentaran en España el cultivo de la vid; el Emperador Domiciano, para evitar la competencia que los buenos caldos ibéricos habían alcanzado, con la metrópoli romana, frenó las nuevas plantaciones de este cultivo en nuestra península.

Con el dominio y la expansión del Islam, se produjo un importante retroceso en el cultivo del viñedo en España. Su rígida normativa religiosa era enemiga del vino, por lo que se arrancaron muchos viñedos. Tan sólo en los alrededores de los conventos y monasterios, los monjes se afanaron en seguir cultivándolos, pues el vino constituía un elemento fundamental para la celebración de la misa.

En la España reconquistada, y por los privilegios otorgados a la Mesta por el Rey Alfonso X «El Sabio», con el fin de fomentar la trashumancia del ganado ovino y dedicar más tierras al pastoreo, para estimular la producción de carne y lana, la agricultura se vio ahogada y sacrificada, quedando relegado el cultivo del viñedo a tierras marginales.

Ya en nuestra Historia más reciente, en la segunda mitad del siglo XIX, la invasión de los viñedos europeos por la Filoxera, supuso un fuerte incremento de consumo de vinos españoles en los países del centro de Europa, por lo que aumentó la superficie de viñedo en nuestro país, aunque no tardaría en quedar frenada esta expansión al extenderse la plaga como una mancha de aceite por nuestra geografía, quedando diezmada la plantación en poco tiempo, hasta que se fue regenerando con pies americanos más resistentes a esta temible plaga.

Y hace unos años, la Unión Europea, pretendía obligarnos a reducir drásticamente la superficie ocupada por este cultivo, por excesos de producción, incentivando el arranque masivo del viñedo, por lo que, para algunos agricultores, por unas razones o por otras, esta tentativa era superior al valor afectivo que le tenía a sus viñas a pesar de haberlas criado con todo cariño y esmero.

Con el paso del tiempo y la modernidad han aparecido otras bebidas alcohólicas más espiritosas y de efectos embriagadores más rápidos y contundentes, que conducen a alucinantes noches de vociferación de los fines de semanas. Alguien ha dicho que, «En España se ha pasado de la cultura del vino a la cultura anglosajona de salir a emborracharse». Creo que es una buena reflexión para los tiempos actuales, por lo que seguidamente aplicamos una remembranza analógica: ¿Como van a compararse la «litrona» y esas mezclas «explosivas» de licores duros con nuestros vinos supercuidados?. No se pueden meter en el mismo saco, a la hora de hablar de alcoholismo, al vino y a los licores más rudos. Si la cultura del vino estuviera más difundida entre los jóvenes, seguro que constituiría un buen contrapeso a esas bebidas alcohólicas tan duras. Lo asequible que resulta para cualquier economía se debería poner por encima de esos derivados alcohólicos más consumidos, porque a medida que transcurren los años se ensombrece más el futuro del vino, con un consumo en descenso continuo, fruto de campañas mal dirigidas contra el alcoholismo. El vino ha ido dejando de constituir un lenguaje antiguo entre nosotros, al ritmo que los jóvenes han ido acostumbrándose a beber por el cuello de la botella y el vaso descomunal, a grandes tragos, enterrando el sorbo corto y lento de nuestro buen vino.

Así pues, el cultivo del viñedo, por diversos motivos, en su dilatada historia siempre ha tenido detractores para frenar su expansión.

Para concluir, permitidme, queridos lectores, que le dedique unas líneas al viñador con este sencillo poema (soneto), en sus gozos y fatigas de culminar con éxito su trabajo. Fatigas por el esfuerzo e incertidumbre que supone hasta ver madurada su cosecha, y gozos cuando ve cumplidos sus sueños y desvelos.

AL VIÑADOR

Hidalgo viñador villarrubiero,
que cultivas tus viñas con buen tino,
bregando con éllas, en su camino,
hasta que la uva ha pasado el envero.

Esperando dé su mosto, un año entero,
pisada en el lagar de su destino,
hirviendo en la tinaja se hace vino,
bajo el ojo avizor del bodeguero.

El vino es jugo noble y solariego,
embajador bíblico fermentado,
que deleita gargantas con su riego.

A la tierra, buen fruto le has sacado,
como premio aspirado de labriego,
después de largo proceso acabado.

Ciudad Real, Mayo de 2002
Fabián Martínez Redondo

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