En el número 5 (mes de marzo), de esta Revista de “El Mirador”, se expresaba muy sucintamente, el pasado esplendoroso de Las Tablas hasta que surgieron los problemas de abastecimiento de agua, para encontrarse en la situación actual tan precaria. Situación que, en mi opinión, expongo ahora cómo ha evolucionado.
Evolución hasta llegar a la situación actual.
Estos campos pertenecieron a la Orden de Calatrava desde su fundación en el año 1158, aunque algunos autores indican que los primeros propietarios fueron los Templarios, y durante muchos años se sucedieron las polémicas del uso de estas zonas encharcadas, que unos consideraban de dominio público y otros reclamaban por títulos diversos. La inserción de dos ríos llegados por ambiguos cauces y aleatorios, no podía ser el campo ideal para establecer los límites legales de estas tierras, por ser en muchos casos imposible los deslindes de la propiedad privada y el dominio público. La solución más viable era el encauzamiento de los ríos y la desecación de los márgenes resultantes, lo que suponía sin remedio la pérdida del ancestral ecosistema fluvial.
En estas áreas, los trabajos de desecación se venían practicando desde muy antiguo, todo el cauce del Gigüela, en el tramo que atraviesa Las Tablas, fue objeto de una antigua canalización, como puede apreciarse por su trazado rectilíneo en cualquier fotografía aérea del lugar, disueltos tarde o temprano por las fuertes crecidas del río Gigüela. En 1.956 se concretaron los primeros proyectos de drenaje de gran envergadura y alcance: Suponían la desecación de unas 30.000 hectáreas marginales del Guadiana y del Gigüela, cifra ambiciosa para el cuadro de la economía manchega; pero pocas fueron las personas que se dieron cuenta de que la desecación de estas zonas húmedas en las márgenes de estos ríos tendrían una nefasta consecuencia para toda la zona: la amenaza de la desecación definitiva planeaba sobre lugares tan característicos como los Ojos del Guadiana o las propias Tablas, hasta llegar a la situación actual de su estado casi agónico.
Paralelamente a estos serios propósitos colonizadores, Las Tablas fueron visitadas por ilustres científicos (ornitólogos y botánicos) que, como paraje de singular característica, despertó en ellos un creciente interés poniendo de manifiesto sus riquezas faunísticas y botánicas, con sus publicaciones científicas, haciendo que la atención mundial se centrara en este punto del solar manchego. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, entidad a la vanguardia del movimiento de defensa del medio ambiente, promovió en 1.963 el llamado Proyecto MAR, plan destinado a la custodia y rescate de las áreas húmedas del continente europeo, que iniciaba sus pasos con un catálogo de los lugares de mayor valor al respecto. Las Tablas obtuvieron en el mismo una calificación preferente, recomendando al Gobierno su mantenimiento y protección.
A partir de 1.967, las obras de canalización de los ríos adquieren un ritmo acelerado, y en los marjales del Guadiana comienzan a repercutir gravemente los descensos del nivel de las aguas. El Gigüela, aguas arriba de Las Tablas, incluido todo el tramo comprendido en el término de Villarrubia, también fue canalizado, con una profundidad de unos 2 ó 3 metros sobre la cota 0’0, talando y arrancando la excelente arboleda que se había creado en sus «civancas», transformando así el paisaje, quedando desoladas las riberas al bajar apreciablemente los niveles hídricos, por lo que paulatinamente quedó devastada tanto su fauna como su flora. La alarma que produjeron estos hechos motivaron un activo movimiento en el que participaron científicos diversos de todo tipo, y del que se hizo eco el Estado a través de su Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ICONA). La polémica abierta saltó al gran público y tuvo un resonante reflejo en toda la prensa Nacional.
Tras ordenar el Gobierno la suspensión de las obras de desecación, se crea una Comisión Interministerial con objeto de mediar en el conflicto planteado y dictaminar una solución satisfactoria, y en Febrero de 1.973, alcanzaban un compromiso final, deteniéndose definitivamente los trabajos de desecación, anunciando la creación del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, en los límites de un área de 1.820 Has. Posteriormente, en el año 1980, el Parque fue ampliado por la parte sur hasta su extensión actual de 1.928 Has.
Con estas obras de canalización, el río Guadiana ya no aportaba sus aguas dulces a Las Tablas, recibiendo éstas únicamente las aguas salobres del río Gigüela. Es probable que esta falta de agua dulce hubiera modificado la salinidad del medio y, con el tiempo, también la vegetación palustre de la zona, pero al desecarse el Gigüela este problema se convertía en la posible desaparición del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel.
La vegetación asociada dominante en todo el marjal del Parque Nacional es el carrizo, la anea, la masiega y otras herbáceas que se desarrollan en suelos con abundante materia orgánica, son plantas sólidamente asentadas y enraizadas en el agua, pero que crecen fuera de ella. Con la disminución de superficie anegada, el carrizo le va ganando terreno a la anea y al masegar, por lo que éstas, en la actualidad ven bastante disminuida su presencia. Esta vegetación también predominaba en las riberas de los ríos Guadiana y Gigüela, aguas arriba de Las Tablas, habiéndose perdido en su totalidad. El taray que es la única planta leñosa está desarrollada en los islotes.
Para que se regenere la vegetación de las riberas de estos ríos, necesariamente deben subir los niveles hídricos, ya que al bajar los niveles freáticos, la infiltración de agua a las capas más inferiores del subsuelo es muy grande, por lo que el agua estable disminuye considerablemente. Siguiendo unos años más en esta situación, será difícil recuperar el poder de fertilidad vegetativa de estas tierras por sus características especiales.
El río Guadiana, por dichas obras de canalización, ya no aportaba sus aguas a Las Tablas, aunque siguió corriendo agua hasta el año 1984, en el que sus Ojos dejaron de manar, y es a partir de entonces cuando el río Gigüela también dejó de aportar su caudal al dejar de verter en él el agua de los numerosos manantiales existentes en la ribera influenciada por el acuífero 23.
Lo cierto es que, tanto el Gigüela como el Guadiana, podían secarse, y de hecho así ocurrió. Si la madre naturaleza no bastaba para hacerlo, el hombre le ayudó, con su avanzada tecnología.
Para remediar este grave problema se construyó posteriormente aguas abajo la presa del Puente Navarro, pero ya la inexistencia de afluentes la han hecho poco menos que inservible.
Difícil solución.
Como venimos diciendo, las causas que tan negativamente han influido en la desecación de los ríos Guadiana y Gigüela, y su repercusión en Las Tablas, son diversas por una serie de circunstancias que se han ido produciendo en pocos años, favoreciendo la situación actual.
En invierno de 1988 tuvo lugar la primera aportación de agua a Las Tablas procedente del trasvase Tajo-Segura a través del Gigüela. Aportación que se repetiría durante cuatro temporadas. Esta aportación de agua y las lluvias caídas por aquellos años parecían devolver un futuro esperanzador a Las Tablas, pues en la primavera de 1988 casi llegó a cubrirse de agua la totalidad de la superficie del Parque. Luego, a partir de 1989, vino un periodo prolongado de sequía hasta que, en 1996 y 1997, dos inviernos seguidos de abundantes lluvias se llenó por completo la superficie del parque con el agua procedente del río Gigüela, llegando a producirse un fenómeno que desde Las Tablas por el río Guadiana hasta el Molino de Griñón el agua discurría al revés. En aquellos momentos Las Tablas ofrecían un estupendo atractivo por la extraordinaria recuperación que habían tenido en tan poco tiempo. Durante los meses de invierno y primavera de 1997 se pulverizaron todos los récords de visitantes. Pero aquella magnífica situación fue coyuntural, pues el problema de fondo seguía existiendo al no recuperarse entonces del todo el principal abastecedor que es el acuífero 23, por más esfuerzos que se hicieron para facilitar su recarga natural, con el agua sobrante procedente del Gigüela.
A mediados de febrero de 1997, dieciséis expertos de la Ecología Nacional visitaron y analizaron la situación de Las Tablas y, aunque tenían el aspecto de antaño, gracias a las lluvias caídas, su recuperación la vieron lejana, llegando a la conclusión que “Las Tablas son un enfermo en coma, porque las lluvias habían devuelto la esperanza al Parque Nacional, pero no la vida”.
A partir del año 1998 han sido años cortos en precipitaciones, que unido a la poca aportación del caudal del Tajo-Segura, de los últimos años, hace que tengamos un presente lamentable y un futuro poco esperanzador para la salvación de este humedal.
En enero de este año, Las Tablas tenían encharcadas unas 350 hectáreas, superficie superior a la de otros años por estas fechas, pues el año anterior sólo había unas 100 y en otros años sólo 50 Has.
A finales de marzo empezó a llegar agua procedente del trasvase Tajo-Segura, cuya derivación ha durado unos tres meses, siendo su rendimiento algo inferior a lo esperado, pues estaba previsto que quedasen inundadas unas mil hectáreas, ya que el flujo de entrada de los 20 Hm3 ha sido menor de lo habitual en estas aportaciones.
Según el Director del Parque, en declaraciones al Diario LANZA, a finales de agosto último, de las 1820 hectáreas que lo conforman tenía encharcadas unas 200, muy inferior al que se había previsto, debido a que el rendimiento del trasvase de agua ha sido menor de lo esperado, de unas 1300-1400 hectáreas, por lo que consideraba normal esta disminución debido al estado ambiental del Parque.
Ahora presenta una situación límite, pues a últimos de septiembre, el Parque de Las Tablas sólo tenía 100 hectáreas encharcadas, declarando entonces la reunión de expertos, que en torno a los micrófonos de Radio Daimiel, que aún así, el ecosistema se adapta bien a los cambios en la cantidad de agua, por lo que fueron optimistas en cuanto a la situación del Parque, haciendo alusión a que el espacio natural está muy bien adaptado a las fluctuaciones de la cantidad de agua que recibe.
Por lo que hemos visto, al cambiar la historia del paisaje agrícola de toda la comarca manchega, en la década de los setenta, al irse transformando más de cien mil hectáreas de secano en regadío, como consecuencia de las profundas perforaciones en el acuífero 23, por el aumento brutal del consumo de agua en los regadíos, superaron las extracciones a las entradas de agua, provocando una degradación que está causando graves problemas, al secarse los manantiales que afloraban en los Ojos del Guadiana y a lo largo de las riberas de los ríos Guadiana y Gigüela, por nuestra zona y, así, la riqueza del subsuelo acumulada en dicho acuífero, éste llegó a una merma alarmante, lo que llevó a declararlo sobreexplotado, en el año 1987.
Para remediar todo este cúmulo de despropósitos, ante este panorama tan poco alentador para el futuro de Las Tablas, se requiere una solución urgente de aportación continua de agua, en mayor cantidad de la que hasta ahora se ha venido aportando desde el trasvase Tajo-Segura, y racionalizar su consumo para la recarga del acuífero 23. El hombre que, como hemos dicho antes, con su avanzada tecnología, es capaz de destruir lo que la madre naturaleza construye, tiene ante sí el reto de volver las cosas a su estado de origen.
Ciudad Real, Octubre de 2.002
Fabián Martínez Redondo