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UNA NUEVA «MADRUGÁ» REPLETA DE ORACIÓN Y ESPERANZA

esperanza
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Una nueva “Madrugá” debería estar llamando a las puertas de la Capilla de la Esperanza. Igual que llaman los nazarenos del Gran Poder a las puertas de la Basílica de la Macarena para pedir la venia cada noche de Jueves Santo. Una nueva “Madrugá” es un nazareno vestido con el antifaz verde y con la capa y túnica blancas y acompañado de su farol verdeante que sale de su casa para dirigirse a la calle Emilio Nieto y aguardar en la Casa Hermandad hasta la salida de la madre mientras la primera luna de primavera se viste de rosa sobre el cielo que inunda la noche villarrubiera. Es un Cristo de la Oración que sufre su agonía mientras llora sangre en el huerto de Getsemaní. Que reza ante el ángel enviado por el Padre mientras duermen sus discípulos. Y es una madre que contempla en silencio, al fondo, sin entender la razón de tan cruento destino de su hijo.

Una “Madrugá villarrubiera” es la representación catequética que no se vivirá esta noche. El maldito enemigo invisible nos privará de ella, igual que nos ha arrebatado el florecimiento de esta primavera, pero jamás podrá arrancarnos la ilusión, la fe ni la esperanza.

No, no se abrirán las puertas de la Capilla al filo de las 12 de la noche para que la cruz de guía y los nazarenos de los primeros tramos del paso de Cristo abran el recorrido procesional. No tocará el capataz el llamador para avisar a las costaleras de Cristo de su primera levantá. No se mecerá el paso en el dintel de la puerta de la capilla para después caminar valiente buscando una nueva “Madrugá”.

No entrechocarán las bambalinas con los varales del palio en el paso de la madre cuando comience a moverse en el interior del templo tras la primera levantá. ¿Hay sonido más bonito que el de las bambalinas chocando con los varales de un palio? No sonarán las notas de “Mi Amargura” mientras la Esperanza cruza el dintel de la puerta de la capilla que lleva su nombre. No saludará a los titulares que esperan una nueva “Procesión de los Encuentros” en la Iglesia Parroquial Nuestra Señora de la Asunción a los sones de la marcha “Macarena”. Ni caminará valiente repartiendo Esperanza por la Plaza de la Constitución. Ni los fieles que la acompañan podrán perderse en la infinitud de su manto verde, que ha custodiado las promesas de los devotos escritas en pequeños trozos de papel. Ni saludará tampoco en San Isidro. No llorará la cera de la candelería como ocurre cuando la Esperanza emprende ya su regreso. Ni la patrona y madre de todos los villarrubieros, la Virgen de la Sierra, hará estación de penitencia en la delantera del paso, justo detrás del llamador.

Este año no podremos vivir todos esos momentos de la estación de penitencia que con tanta ilusión hemos esperado y preparado durante todo el año. Esta “Madrugá” la Virgen no procesionará por las calles de Villarrubia porque está ocupada. Está capitaneando la batalla que libran todos los soldados que luchan en primera línea contra el virus. Está inundando de esperanza los corazones de ese enfermo que se agarra a la vida gracias al respirador de la UCI de cualquier hospital, los de tantas personas que han perdido su trabajo y esperan encontrar uno nuevo para subsistir, los de esos abuelos y abuelas que no pierden la esperanza de poder abrazar a sus hijos cuando esta pesadilla acabe. Ahí está la Esperanza. No podemos perder una batalla que capitanea la Esperanza.

Ahora toca demostrar que la hermandad dura todo el año y no sólo los días de Semana Santa. Porque la pasión no acaba. Dura todo el año todos los años. Cuando lleguen los momentos duros, de desconsuelo, de dolor, de aflicción, cuando la soledad nos invada y amenace con tambalear la ilusión, cuando la tristeza se apodere de nosotros durante el tiempo de espera que tenemos por delante, tendremos que pensar en el horizonte de la próxima estación de penitencia en una nueva “Madrugá”. Tendremos que esperar. Esperar y orar. Dos palabras que resumen perfectamente la vida de un cofrade. Atravesar los momentos difíciles de la mano de la oración como Cristo nos enseñó en Getsemaní y sin perder la Esperanza que nos insufla la madre con su mirada. Como la cofradía enseña cuando se pone en la calle con sus titulares cada madrugada de Viernes Santo. Porque al final llegará cuando menos lo esperemos. Y estaremos otra vez a un paso de vivir una nueva “Madrugá” repleta de oración y esperanza.

Foto: Grupo Joven Esperanza de Villarrubia de los Ojos.

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