CIRCUNSTANCIAS DEL NACIMIENTO DEL RIO GUADIANA Y EL OCASO DE SUS OJOS

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Al río Guadiana cuyo antiguo nombre latino es Anas, al que los Árabes añadieron la palabra guadi (Wadi), que significa río, se le considera dividido, desde su origen hasta la desembocadura en el Océano Atlántico, en dos grandes tramos, perfectamente distintos bajo el punto de vista geográfico: El Guadiana Alto y el Guadiana propiamente dicho.

El primer tramo, que tiene una longitud de unos 76 Kilómetros comprende desde su origen hasta un punto situado a 23 kilómetros aguas abajo de Argamasilla de Alba, donde puede decirse que desaparece la corriente superficial.

El segundo tramo o Guadiana propiamente dicho, comienza en los llamados Ojos del Guadiana, en término municipal de Villarrubia de los Ojos, a una distancia de su aparente desaparición de unos 26 kilómetros, hasta su desembocadura en el Océano Atlántico por Ayamonte (Huelva), después de haber recorrido unos 744 Km.

Los geógrafos siempre han discutido la cuestión del nacimiento del río Guadiana. Algunos afirmaban que el Guadiana se formaba en la unión de los ríos Gigüela y Záncara; otros que el origen del Guadiana estaba en las Lagunas de Ruidera, enclavadas en los confines de las provincias de Ciudad Real y Albacete, denominándolo Guadiana Alto, y que enseguida «se esconde siete leguas bajo tierra», para luego reaparecer en los llamados Ojos del Guadiana.

EL RIO GUADIANA ALTO

Tampoco han estado de acuerdo los geógrafos respecto al punto de nacimiento del Guadiana Alto, pues algunos lo atribuyen al río Pinilla, que deja sus aguas en la Laguna Blanca. A partir de esta laguna, que es la primera del grupo de las 15 que forman las Lagunas de Ruidera, es donde el Guadiana Alto presenta ya un cauce definido.

Desde la citada Laguna Blanca, a 895 metros de altitud, el cauce se ensancha, formando un encharcamiento pantanoso que se le denomina Lagunazo del Guadiana, hasta llegar a la laguna Conceja. Siguen después las lagunas Tomilla, Tinaja, San Pedro, Taza (desecada donde se plantaron pinos y se instaló un camping), Redondilla, Lengua, Salvadora, Santos Morcillo, Batanera, Colgada y Laguna del Rey, que forman una serie de lagos a distintos niveles, formando saltos de 2 a 9 metros con altura variables, a través de presas naturales. A la salida de la Laguna del Rey, se precipitan las aguas por un salto denominado «El Hundimiento», de 24 metros de altura, entrando el río en un ensanche pantanoso hasta llegar a la Morenilla, a la que sigue la laguna Coladilla, con poco desnivel de una a otra, y por último la laguna Cenagosa a 760 metros de altitud, con un salto de 9 metros.

El agua va saltando de cada una de las lagunas a la siguiente, formando escalones en una longitud de unos 14 Km. y recibiendo aportaciones de los valles secundarios.

A partir de la última laguna, el terreno se abre notablemente hacia la inmensa llanura Manchega, por la que se deslizan las aguas del Alto Guadiana y empiezan a desaparecer totalmente entre juncos y espadañas en el paraje de Villacentenos, próximo a la antigua estación de ferrocarril de Marañón, en el término municipal de alcázar de san Juan, recalando en el gran embalse subterráneo llamado acuífero 23.

EL ACUÍFERO 23

El sistema acuífero 23, se localiza íntegramente en la cuenca del Guadiana, y ocupa una superficie de unos 5.000 km2., de los que aproximadamente un 80% son de la provincia de Ciudad Real y el resto se reparte entre Albacete y Cuenca.

Algún geólogo ha dicho que «el páramo manchego es un depósito grande de caliza pontiense que los ríos que llegan a esta gran cazuela, procedentes de Cuenca, Campo de Montiel y Ruidera, con su escaso caudal, terminan por sumirse y desaparecer lentamente, formando un inmenso embalse subterráneo alojado en las fisuras de las rocas».

De este modo resulta que la llanura manchega es un enorme depósito subterráneo de agua, que hasta ahora ha servido para satisfacer muchas de sus necesidades agrícolas y urbanas, atendidas hoy por grandes sondeos y enormes artilugios para elevar el agua; otrora, por numerosas norias y algún pozo artesiano, y en numerosos casos salida de los manantiales a pie.

Pero, veamos que es el acuífero 23. El acuífero 23, como cualquier otro acuífero, es como una despensa subterránea cuyas existencias de agua están en función del régimen de entradas y salidas. Está formado por los huecos, poros o fisuras existentes en las rocas del subsuelo más o menos saturadas de agua, alimentado o recargado de forma natural, normalmente procedente de infiltración directa de las aguas de lluvia, de los ríos, o de otros acuíferos, con unas salidas o descargas naturales, como eran los Ojos del Guadiana, y otros manantiales, cuyo volumen de agua almacenada no experimentaba variaciones, ya que las salidas de agua estaban en función del régimen de entradas, siendo ambas prácticamente simultáneas en el tiempo.

OJOS DEL GUADIANA

Resulta que el agua de este gran lago subterráneo, que es el acuífero 23, no estaba estática, no estaba quieta, sino que circulaba con velocidad apreciable a través de las fisuras y poros de las rocas que forman verdaderos conductos por los cuales, aquélla salía a la superficie por numerosos manantiales en las riberas de los ríos, que manaba de forma muy acentuada en el aliviadero de los Ojos del Guadiana.

Esto es lo que ocurría hasta los primeros años de la década de los ochenta, en los que, paulatinamente el caudal de agua que brotaba de los ojos fue disminuyendo hasta secarse. Y los primeros pronunciamientos oficiales a este descenso son críticos. Se elabora un Proyecto de explotación del Acuífero 23 que abre un amplio debate. (Jaime Quevedo, Lanza 24-1-1991) «…El Acuífero 23 fue declarado sobreexplotado en febrero de 1987 por acuerdo de la Junta de Gobierno de la Confederación Hidrográfica del Guadiana. Según un estudio de la Dirección General de Obras Hidráulicas, elaborado por Bernardo López Camacho y Emilio Cabrera, el Acuífero experimentó en el período comprendido entre 1974 y 1987 un volumen de reservas consumidas de dos a tres mil hectómetros cúbicos…»

Las causas principales de esta situación son varias. En principio, creo que se debe a que el Alto Guadiana dejó de prestar agua al acuífero de una forma continuada y natural cuando se construyó la presa del embalse de Peñarroya; después, el régimen de extracciones de agua del acuífero 23 ha ido en aumento en los últimos 20-25 años; y por último, y es un factor muy importante, también ha contribuido la escasez de lluvias de los últimos años. Unido todo esto hace que el río Guadiana discurra sin agua hasta las llamadas Tablas de Daimiel. Por estas causas, en febrero de 1987, el acuífero 23 fue declarado sobreexplotado, cuando ya los Ojos del Guadiana llevaban secos tres o cuatro años.

Esta situación de sequedad del Guadiana motivó el nacimiento de un negocio por la extracción de la turba existente en el cauce del río, lo que permitió el hallazgo arqueológico de una calzada romana que cruzaba el río en el paraje de Casas Altas. Pero, esta sequedad irremediable, también motivó que en la explotación del negocio turbero, varias empresas se disputaran su dominio particular con el dominio público, disputa que se resolvió mediante sentencia judicial, un tanto extraña, en primavera de 1990.

Según esta sentencia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, a favor de las industrias extractoras de turba en el cauce seco, los Ojos del Guadiana no existían ni habían existido nunca. Señala la sentencia que la situación actual «solo se explica si se consideran los ojos independientes del río Guadiana y que, por lo tanto, no forman parte del cauce del río». Este juez se ve que ignoraba la frase tan popular cuando alguien o algo desaparece y aparece, que dice: «eres como el Guadiana».

Por estimar que los ojos del Guadiana no son cauce del río, La Confederación del Guadiana recurre la sentencia del Supremo extremeño.- (EFE, Lanza 1-6-1990) «…El hecho de que, según se recoge en la sentencia, los Ojos del Guadiana estén secos desde hace diez años, lo justificó Luna (José Luna, presidente de la (CHG) en la explotación incontrolada del acuífero de la Mancha, antes de que la ley de aguas declarara, en 1985, que los caudales subterráneos son de dominio público.- El motivo que impulsó a la CHG a deslindar la franja de terreno de unos 40 kilómetros que separa el embalse de Peñarroya, donde desaparece el Guadiana, y el embalse del Vicario, donde vuelve a aparecer, fue la instalación en la antigua laguna de los Ojos del Guadiana de una empresa que explota el carbón de turba existente en su lecho, explicó Luna…»

Dicha sentencia motivó que, por aquellas fechas, se vertieran algunos artículos de opinión en algunos medios de comunicación:

Emilio Arjona, (Lanza 15-5-1990). Lo que le faltaba al padre Guadiana. «Ya los romanos descubrieron las peculiaridades del viejo Anas, que los conquistadores árabes convertirían en Wadis-anah comprobando igualmente cómo se escondía y reaparecía de nuevo. ¿Pero era el Guadiana?, se preguntan los jueces y, con ellos alguna otra gente. Pues claro que era el Guadiana que nace en las Lagunas de Ruidera (es tema de EGB), pero el hermoso río manchego no puede ocultar su vocación por las simas, y se introduce por Villacentenos en el término de Alcázar de San Juan. Y tras nutrir el acuífero 23, vuelve a salir, ensanchándose rápidamente su curso, por los territorios más bajos que encuentra y por las fallas naturales del terreno -en este caso las bocas o los Ojos del Guadiana- entre Daimiel y Villarrubia, según han afirmado siempre ilustres geógrafos. Y aquí ya en la superficie se vuelve a encauzar el río para seguir su camino hacia tierras extremeñas y rendir tributo en tierras andaluzas de Ayamonte»

José López Martínez, con fecha 3-Junio-1990, escribe en la Revista La Semana, y dice: «…que la desaparición del río Guadiana, en Villacentenos, al norte de Argamasilla de Alba, cerca de «La Membrilleja», es una de mis lecciones mejor aprendidas. En los libros y en las escuelas se trataba el tema como algo hermoso e inamovible, entre la magia y el dinamismo geológico, para luego reaparecer en Villarrubia de los Ojos, al borde mismo de las Tablas de Daimiel, y en medio, el mar subterráneo al que vertían las Lagunas de Ruidera…» Continúa este escritor manchego, diciendo: «…A los vecinos de Villarrubia de los Ojos el affaire (asunto) debe llegarles muy al fondo del alma. Y a los de Arenas de San Juan y Daimiel, pueblos que componen el mágico triángulo de los más famosos humedales de España. Otro tanto digo respecto a los de Argamasilla de Alba, que es donde el río anochece y sueña…» Para finalizar su artículo diciendo: «…Yo me quedaré siempre en la lírica creencia de la prueba de aquel Alcalde de Villarrubia de los Ojos que en los años veinte de nuestro siglo experimentó con pajas teñidas de colores, demostrando la lúdica aventura del río Guadiana».

Asegurando más este comentario, hay que añadir que, en pruebas efectuadas con fluoresceína para determinar la marcha de las corrientes subterráneas del repetido acuífero, resultó que dicho colorante, echado en los sumideros se acusó en los Ojos del Guadiana, a las 30 horas y durante 3 días, desapareciendo y volviendo a parecer durante varios días más.

Andrés J. Moreno, (Lanza 31-8-1990). «…Desde mi ventana miro aquellos ojos limpios que miraban, aquellas fuentes de las que no dejaba de brotar el agua como un milagro, aquellos «Ojos del Guadiana» que durante tanto tiempo, incluso siglos, dificultaron el paso de los hombres y animales obligando a los primeros a construir caminos sobre sus aguas que el tiempo cubrió, embarcaderos y muros de contención para salvaguardar su asentamiento, esa gran ciudad ibérico-romana que en sus riberas se alzó como su propio topónimo indica «Casas Altas». Sus pobladores debieron contemplar numerosos cambios en el curso del raya, pero jamás debieron imaginar que en apenas diez años lo vieran desaparecer. A principio de los ochenta por primera vez pisamos este yacimiento, tan expoliado por otra parte por tantos aficionados, y aún podían verse zonas humedecidas y ojos que mantenían vivas las esperanzas; hoy lo único que se puede ver es desolación, máquinas sacando una turba que es de todos, pues los Ojos del Guadiana lo son; humo que surge como la niebla de ese incendio que posiblemente jamás se sofocará y que alguien poco elevado de mente provocó; ceniza y sequedad que llevan a la confusión de negar su existencia a pesar de que desde mi ventana aún lo puedo ver…» «…Hace apenas siete años alguien me dijo que el Guadiana corría cada año menos, que llegaría el momento en el que dejaría de refrescar las tierras de los términos más inmediatos, que las tablas ya no iban a recibir la frescura de sus aguas y los pozos seguirían bajando por carecer de su aporte; hoy es ya una realidad que se acepta como ¿irremediable?.

Gases y humos del subsuelo emanan a través de grietas existentes… (EFE, Lanza 23-10-1991) …Este fenómeno tiene su origen hace unos diez años cuando empezó a descender el nivel hídrico del Guadiana, debido al drenaje del mismo y a la extracción de agua del Acuífero 23, aunque no se ha manifestado con esta intensidad hasta ahora. El descenso del nivel hídrico hizo que se quedara a la intemperie la materia orgánica que a lo largo de millones de años se había acumulado hasta formar enormes cantidades de turba que actualmente componen el lecho del río y la ribera del Guadiana. Esta turba, debido a reacciones químicas espontáneas, comenzó a combustionar en las profundidades hasta generalizarse el fenómeno en la zona de los Ojos del Guadiana…»

Tras la extracción de turba y el fuego se produjo un descenso del terreno en el fondo del cauce que se produjo el hallazgo arqueológico en los Ojos del Guadiana que puede ser el entronque de las vías de Laminium. (J.Sánchez Bustos, Lanza 28-4-1989). «En el paraje de los Ojos del Guadiana, enmarcado entre Casas Altas, Los Toriles y El Carchón del Pico de la Fuente de Salomón (Casa de Campo de los jesuitas durante los siglos XVI, XVII y XVIII), a consecuencia, primero de la desecación del Guadiana, al posterior incendio de la vegetación palustre superficial, y por último, de la riqueza turbera del subsuelo, se ha producido una rebaja de la superficie de entre 1 a 4 metros. El paisaje tiene un aspecto de cráter volcánico, de vez en cuando surgen fumarolas que indican que la combustión de la turba aún persiste, produce la sensación de un cráter volcánico en actividad latente. Como consecuencia de lo anterior, ha quedado emergente una serie de vestigios, de un indudable interés histórico…» Después de describir el proceso de investigación del entronque de dos vías romanas que vadean el río cruzándolo, dice: «…Todo indica que nos hallamos ante unos vestigios arquitectónicos que corresponden a un entronque de vías romanas. Una de ellas debe ser la de Emérita a César Augusta, la otra debe ser la que partiendo de Laminium se dirigía a Toletum. La Turris corresponde a los habituales observatorios para custodiar las calzadas».

Concluimos diciendo que, en este aliviadero llamado Ojos del Guadiana, situados a 608 metros de altitud, el río se presentaba cubierto de vegetación, con aspecto pantanoso, y en una longitud de 800 a 900 metros recibía las aguas del manantial principal y de mayor profundidad, llamado Ojo de Mari-López que medía 22 metros de largo por 19 de ancho, y de otros 14 ojos de menores dimensiones, habiendo sido todos ellos muy caudalosos, de tal magnitud que el agua que brotaba, y una vez formado el cauce del río Guadiana propiamente dicho, era capaz de mover las 22 muelas que sumaban los 7 molinos que había desde los Ojos hasta las Tablas (Arquel, 2 muelas; Zuacorta, 2; La Parrilla, 3; La Dehesa -más conocido por la Máquina-, 4; El Nuevo, 4; Griñón, 5; y Molemocho, 4 muelas). Y abundando en el caudal de agua hay que decir que el cultivo del arroz necesita agua en abundancia, pues bien, en la década de 1950, una empresa valenciana (Castalia se llamaba), cultivó arroz durante algunos años en las márgenes del Guadiana próximas a Zuacorta.

Ciudad Real, Febrero de 2001

Fabián Martínez Redondo

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