ORIGEN DE NUESTRO PUEBLO Y SU EVOLUCIÓN SOCIAL Y DEMOGRÁFICA

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Investigar sobre el origen y la historia de nuestro pueblo no es nada fácil, siendo tarea de eruditos indagar en desconocidas fuentes. No obstante, y según mis profanos conocimientos -aunque decía Séneca que «Es mayor el deseo de conocer cosas ignotas que volver a ver las conocidas»-, en mi afán de conocer cosas de nuestros antepasados me embarga la inquietud de asomarme a ese ápice de luz que sobre éllo arrojan los documentos ya conocidos (Relaciones Topográficas de Felipe II; Diccionario de Hervás y Buendía; Estudio del Campo de Calatrava de Corchado Soriano; etc.) para sacar algunas conclusiones.

ORIGEN ÉTNICO DE LOS POBLADORES

Sobre el asentamiento de los primeros pobladores de nuestro pueblo cabe hacerse las siguientes preguntas: ¿Tendrá su procedencia en aborígenes de la Motilla Prehistórica del poblado lacustre, de la Edad del Bronce, emplazado en medio del agua (ahora está seco) en el sitio conocido por la Charca del Cura, próximo a Zuacorta? ¿Descenderemos de la invasión romana que pudo producirse por la proximidad de la vía romana de comunicación, vía que se ha descubierto al desecarse el Guadiana en el paraje de Casas Altas y que, al parecer, unía Zuacorta con Consuegra? ¿O, tal vez, fueron los árabes sus primeros moradores? Son hipótesis que quedan en el aire por las numerosas dificultades que presenta este tipo de investigación, que no puede definirse por la carencia de datos.

Tras la invasión romana de nuestra Península, los primeros pobladores indígenas sufrieron una transformación social profunda, adaptándose a las formas de vida del romano invasor, asimilando su lengua y su cultura, más avanzadas; por lo que no es de extrañar la procedencia del Topónimo de Villarrubia, compuesto por el nombre latino de Rubeum al que le antepusieron el de Villa en la Edad Media. Es la herencia que evidentemente conservamos, la raíz de nuestra lengua y de nuestra cultura.

Otro dato significativo es que entre los vaivenes de las victorias y derrotas durante la reconquista, que sufrió toda la Mancha, en las que hubo períodos de casi total despoblamiento, parece que nuestro pueblo nunca llegó a esos extremos, pues con más o menos habitantes siempre estuvo poblado.

Por los datos que poseemos de nuestra historia más reciente, que datan desde principios de este milenio, la base de la población actual puede deberse a la aglutinación, con los pobladores existentes, de los inmigrantes provenientes de los núcleos despoblados dispersos por nuestro término municipal como son, Milana (de ignorada localización), Lote, Renales y Jétar. Posiblemente atraídos por la riqueza de la abundancia de sus aguas y a la suavidad del clima algo más templado, por su ubicación en las faldas de la sierra.

EVOLUCIÓN SOCIAL

Desde la etapa Neolítica, en que el hombre empezó a conocer la agricultura y la ganadería, aprendió a fabricar tejidos, utilizó la rueda y la alfarería y fue desarrollando la industria artesanal, dejó de vivir exclusivamente de la caza y la pesca convirtiéndose en sedentario. La agricultura, desde entonces, ha sido la base sobre la que ha descansado toda la civilización. Dice un proverbio chino que «La prosperidad pública se parece a un árbol: la agricultura es la raíz; la industria y el comercio son las hojas; si la raíz enferma, caen las hojas, se agostan las ramas y el árbol muere».

Se resalta la importancia de la agricultura porque mayoritariamente nuestra sociedad siempre ha sido agrícola. La masa rural, por ser la agricultura una fuente básica de la alimentación, ha formado siempre en nuestro pueblo un estrato social muy amplio e importante, aunque, como es obvio, un puntal de la sociedad se ha ocupado de otros oficios y actividades.

Clases Sociales

Pasamos a describir los estratos sociales, a los que le damos un sentido abstracto, situándonos en una posición intermedia en cuanto a su metamorfosis evolutiva.

Dentro de la masa rural podemos englobar una capa social de agricultores y ganaderos más acomodados y pudientes que, gestionando directa o indirectamente sus explotaciones agrícola-ganaderas, siempre han dispuesto de extensas fincas cultivables, pero con una capacidad de labranza no muy alta que nunca ha guardado relación con la superficie de sus tierras, aprovechándolas simultáneamente, en muchos casos, para cultivos agrícolas y para pasto del ganado, viviendo holgadamente con las rentas percibidas.

El núcleo principal de agricultores y ganaderos, con un potencial económico desahogado, está formado por un grupo homogéneo en cuanto a sus formas de vida, posibilidades económicas y patrimoniales; donde siempre se han encontrado una serie de individuos que no son ricos pero tampoco pobres; presentando una capacidad de labranza muy alta cultivando plenamente toda la superficie de sus tierras, interviniendo directamente en sus explotaciones ya sean agrícolas o ganaderas, trabajando él y los suyos con sus propias manos.

Por último, dentro de la masa rural, están los pequeños agricultores y los asalariados del campo. Los pequeños agricultores han sido siempre un subestrato social de «labradores» menos pudientes, trabajando por su cuenta las tierras propias o arrendadas, con una yunta de mulas o de burras, que en muchos casos era a tiempo parcial, dedicando el tiempo sobrante a dar obradas o peonadas. La masa asalariada a constituido siempre un sector numeroso de población en nuestra sociedad rural, alcanzando gran variedad de situaciones, que abarca desde los poseedores de algunas parcelas de viña, de olivar o de terreno en la vega, hasta los que el único capital era la fuerza de su trabajo.

Esa masa rural, continuadora de una actividad que ha sido siempre por ley de primacía la más importante de las ocupaciones humanas, ha necesitado los servicios de otras actividades, las cuales forman un colectivo heterogéneo cuyo puesto de trabajo ha sido siempre lugareño, que van desde las personas dedicadas a hacer llegar los alimentos en condiciones de ser consumidos, hasta los encargados de velar por la sanidad, pasando por los dedicados a la construcción haciendo que los hogares sean más confortables, los encargados de poner a punto los útiles y aperos de labranza de forma adecuada para las labores agrícolas, los que proporcionan vestido y calzado, y los empleados de la administración para que vaya todo dentro de un orden.

Ahora parece incomprensible cómo hasta finales del siglo XVIII fueron considerados «viles y deshonestos» los oficios de la clase trabajadora «no agraria», incluso después de promulgarse la Real Célula de 18 de marzo de 1783, que los declaraba «honestos y honrados». Tales oficios que, desde que fueron apareciendo, debieron considerarse como una ocupación secundaria para ejercerla en tiempos libres o de ocio; o para aquellas personas con minusvalía física, que por su condición, no podían dedicarse a las actividades agrarias; se fueron consolidando como tal. Así tenemos que, a finales del siglo XVIII, cuando se declararon honrados y honestos, las familias que vivían de éllos tenían unos ingresos económicos muy superiores a los trabajadores campesinos, por lo que, generalmente, han vivido siempre más holgadamente.

Venimos apuntando el comportamiento del hombre, en su conjunto, como nombre genérico de la sociedad, sin que aparezca el papel que la mujer ejerce en nuestra civilización como elemento fundamental de la misma, por lo que hacemos ahora una pequeña referencia-. A lo largo de la historia, a la mujer se la ha considerado como un personaje útil en la casa, con unos derechos y deberes exclusivamente con fines maternales al servicio de la conservación y propagación del linaje humano, como salvaguarda de una descendencia. La que, además, debía ser buena esposa, buen ama de casa y trabajadora infatigable en las tareas del hogar.

Quisiera resaltar aquí una frase, de autor anónimo, que dice: «El hogar no se construye sobre el suelo, sino sobre la mujer». Creo que esta frase, por sí sóla, dice todo sobre el papel preponderante de la mujer en la sociedad.

En Villarrubia, como en todos los pueblos de nuestra Geografía, la mujer se ha incorporado siempre al trabajo en las faenas agrícolas de recolección. Generalmente siempre ha estado dispuesta para trabajar cuando se la ha requerido. Muchos establecimientos comerciales han estado y están regidos por éllas. El pudor y el recato femeninos han sido siempre un freno para realizar ciertas actividades. Últimamente hay cierta sensibilidad y un criterio más progresista que permite a la mujer vaya integrándose en trabajos que hasta ahora eran privativos del hombre.

Formas de Vida

Por lo general, la vida se hacía muy austera, se trabajaba bastante y desde muy temprano, aprovechando al máximo la luz del día, hasta el anochecer. En fechas de recolección, los Domingos se podía oír misa de alba antes de encaminarse al trabajo. Las gentes organizaban su actividad ateniéndose a la hora del reloj de la torre (reloj que luego fue trasladado de lugar) cuyas campanadas podía decirse que marcaban el ritmo de la vida y, más concretamente del trabajo, de las comidas y del descanso. Cuando el reloj sufría un paro por avería se procedía a su reparación inmediata por ser un instrumento tan esencial para la sociedad que sin él se pasaba malamente.

La vida nocturna era inhábil a efectos de cualquier trabajo, debido a la mala iluminación, pues relativamente hasta hace poco tiempo, no se ha dispuesto de buena luz eléctrica, y durante muchos siglos sólo se disponía de un candil en los hogares modestos, y de un velón o quinqué en las moradas de los más acomodados. Al anochecer se daba desde la iglesia el toque de oración, sorprendiendo todavía en el campo a los más rezagados; después se daba el toque de ánimas, que invitaba a los vecinos al descanso y a rezar por las del purgatorio. Pocos eran los trasnochadores que oían las campanadas de maitines, referidas a esa hora canónica y que eran las primeras del día antes de amanecer. La nocturnidad invitaba al «ajuste de cuentas», para reclamar el importe de una deuda o para alguna venganza. La noche servía también para acometer delitos, al igual que infidelidades inherentes al sexo.

Hechicerías y Superstiones

Descritos con más o menos aciertos los quehaceres de nuestros antepasados, he aquí, en clave de anécdota, algunos episodios protagonizados por gentes de nuestro pueblo.

Rumores de sorprendentes curaciones, muchas personas mayormente humildes y de escasa cultura, llevadas de su buena fe, se convertían en fácil presa de aquéllas que usando de sus facultades hechiceras vivían a costa de la confianza que producían sus especiales dotes; utilizando misteriosos mejunjes, gestos y palabras que actuaban más por sugestión sobre el enfermo que por otra cosa. Esta terapia actuaba también sobre la infidelidad matrimonial, y así vemos como la impotencia sexual se atribuía a maleficios graves. En Villarrubia, una señora a quien se la conocía por la «Morena», queriendo casarse con un vecino, dio muerte a la esposa de éste ofreciéndole una morcilla envenenada. Al morir la víctima expulsó una porción asquerosa y negra como el hollín en tal cantidad que se podía llenar un cántaro. La «Morena» comunicó a su marido lo ocurrido y como éste gimiese le espetó: «que lloras gran infeliz». Tal hombre, unos años antes de casarse, reconociendo su impotencia aceptó de Rosa, la del «Careto», una cinta para atársela a sus partes con nueve nudos y así ir a la Iglesia y, una vez allí, envolverla en un papel y al tiempo de tomar agua bendita dejarla caer al suelo y cualquiera que encontrase esa cinta al deshacer los nudos hallaría el remedio a la falta que tenía (A.H.N., Inquisición de Toledo).

También vemos cómo el procedimiento de María, la «Cana», y su marido, fue puesto en práctica por dos matrimonios, que consistía en cortarle la cabeza a un gato negro y meterle un haba seca en cada ojo y enterrarla previo expolvoreo del sitio con harina de haba, yendo allí a rezar todas las noches entre las doce y la una, expresando las palabras de la Santísima Trinidad, Jesucristo y María Santísima, llamando después al demonio. Además tenían que meterle a un cuerpo en la boca una sortija, llevarlo a un sitio apartado y desierto para dejarlo allí. Después debían coger un cuclillo y llevarlo al cruce de dos caminos y cocerlo, apartándose uno de ellos alguna distancia para el que quedase comerse parte de él arrojando algún pedazo al demonio diciéndole «toma y guarda los huesos que quedan»; dirigiéndole también las siguientes invocaciones: «Estaré y no me verás, y oiré y no me oirás» (A.H.N., Inquisición de Toledo).

El deseo de salir de la pobreza hacía que ciertas personas confiasen en hacer alguna cosa impopular. Una mujer, llamada Apolonia, entregaba una piedra imán para hacer fortuna en el juego a cambio de la mitad de las ganancias (A.H.N., Inquisición de Toledo).

Los medios ingeniados eran de lo más burdo, pero a medida de la capacidad de algunas personas para admitirlos. Aunque fuesen casos aislados, ¿que solidez tenían estas supersticiones y hechicerías?.

Las curvas de matrimonios, bautismos y defunciones y el movimiento migratorio, nos indican la evolución demográfica y su desarrollo.

Observando el cuadro soguiente vemos el comportamiento demográfico de nuestro pueblo, cuya evolución ha ido en continuo ascenso, salvo períodos de estancamiento o de descenso, posiblemente debido a varias causas, como la expulsión de los moriscos, las pestes y enfermedades, las guerras, el hambre y la emigración.

EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA

CUADRO RESUMEN DEL DESARROLLO DEMOGRÁFICO

Año
Habitantes
Varones
Hembras
Matrimonios
Bautismos
Defunciones
Natalidad
Mortalidad
Crecimiento
1542
500
1561
607
1571
900
1575
500
1586
833
1591
3439
31
84
1690
2545
18
107
4,20
1,13
3,06
1753
2341
1205
1226
35
100
100
4,11
4,11
0,00
1768
2997
1491
1506
28
139
70
4,63
2,33
2,30
1787
3255
34
132
264
4,05
8,11
-4,06
1826
4274
27
209
137
4,89
3,20
1,69
1848
5415
30
218
102
4,02
1,88
2,14
1860
5704
49
252
157
4,41
2,75
1,66
1887
5725
40
202
209
3,52
3,65
-0,13
1900
5337
55
220
214
4,12
4,00
0,12
1910
6407
36
222
149
3,46
2,32
1,14
1920
6939
64
260
203
3,74
2,92
0,82
1930
7653
55
277
119
3,61
1,55
2,06
1940
7907
75
284
161
3,59
2,03
1,56
1945
8159
70
172
90
2,10
1,10
1,00
1950
8609
75
166
85
1,92
0,98
0.94
1955
8732
97
156
74
1,78
0,84
0,94
1960
9043
88
207
69
2,28
0.76
1,52
1965
8879
55
200
69
2,25
0,77
1,48
1970
9144
50
178
69
1,94
0,75
1,19
1975
8896
75
124
91
1,39
1,02
0,37
1980
8896
4383
4513
64
141
78
1,58
0,87
0,71
1986
9446
4735
4711
81
125
83
1,32
0,87
0,45
1989
9628
4813
4815
54
132
98
1,37
1,01
0,36
1990
9647
4802
4845
50
118
83
1,22
0,86
0,19
1996
9553
4753
4800
48
100
74
1,04
0,77
0,90
1997
9609
4786
4823
53
118
78
1,22
0,81
0,58
1998
9640
4808
4832
55
120
101
1,04
0,38
0,20
1999

9.608

4.791

4.817

64

120

110

1,24

1,14

0,10

2000

9.635

4.816

4.819

53

168

112

1,74

1,16

0,58

2001

9.638

4.414

4.824

47

148

100

1,53

1,37

0,16

2002

9.664

3.850

4.814

57

113

49

1,16

0,50

0,66

2003

9.931

4.953

4.901

64

124

55

1,24

0,55

0,69

2004

9.968

5.200

4.768

43

86

60

0,85

0,60

0,26

2005

10.125

5.310

4.815

61

123

51

1,21

0,50

0,71

2006

10.816

5.465

5.351

2007

11.313

5.782

5.531

* El número de los años 1542, 1561, 1571, 1575 y 1586 son vecinos.

Las curvas de matrimonios, nacimientos y defunciones, y el movimiento migratorio, nos indican la evolución demográfica y su desarrollo.

Observando el cuadro vemos el comportamiento demográfico de nuestro pueblo, cuya evolución ha ido en continuo ascenso, salvo períodos de estancamiento o de descenso, posiblemente debido a varias causas, como la expulsión de los moriscos, las pestes y enfermedades, las guerras, el hambre y la emigración.

Concluyendo, diremos que nuestro núcleo de población tiene un origen incierto. Hay que agarrarse al asidero de la hipótesis y suponer que se consolidaría su asentamiento con la mezcla de varias etnias que a lo largo de su historia cultivaron su tierra, criaron ganado, sufrieron las inclemencias del clima, supieron pelear cuando les hizo falta, y se distrajeron con su peculiar visión del mundo mirando siempre hacia adelante atravesando sus coyunturas económicas y los avatares epidémicos, -que no fueron pocos- formándose estratos sociales con su lógica desigual participación en la riqueza. Y desde el punto de vista evolutivo, las gentes de Villarrubia, en todos los oficios y actividades -que aquí se dan-, han sido capaces de adaptarse a las exigencias cambiantes de los tiempos, observándose la evolución más significativa en el campesinado al mecanizarse los trabajos, tanto en la mano de obra de los cultivos como en la de acarreo, de tal manera que ya el trabajador agrícola, sea por cuenta propia o ajena, se ha vuelto más polifacético, al tener que aprender otros oficios, por lo que ha enriquecido su cultura; habiéndose reducido el abanico de las diferencias sociales en las nuevas generaciones, lo que ha venido a engrosar las clases medias. La yunta de mulas, como fuerza motriz y los antiguos utensilios han dado paso al vehículo motorizado y sus aperos.

Al inicio del período estadístico que nos ocupa, y según las Relaciones Topográficas de Felipe II, Villarubia tenía en 1575 unos 500 vecinos. Hay que conjeturar que había más, pues la contestación número 39, de dicha relación, dice «…que la causa porque al presente hay más vecindad en esta dicha villa que cuando el Conde de Salinas la compró de su Majestad es porque al tiempo y sazón que se hizo la averiguación y tasación de los vecinos que había en ella (…) fue porque echaron muchos (…) desta villa hasta tanto que fue acabada de hacer la averiguación…» Lo que viene a corroborar que once años más tarde, es decir en 1586, aparezca el censo de población con 333 vecinos más.

Los primeros censos de población, que conocemos, coinciden con las fechas de la expulsión de los moriscos. La importancia demográfica y social de esta minoría asentada en nuestro pueblo hay que ponerla de relieve, aunque nos falte un estudio de conjunto que ofrezca con exactitud el número de nuevos cristianos que salieron en el siglo XVII de esta localidad. Villarrubia tenía gran número de moriscos antiguos y granadinos y fueron expulsados en 1612 unos 230 que pudo equivaler a unas 60 familias, lo que en aquellos tiempos debió causar gran impacto socio-económico cuantitativo y cualitativo producido en unos momentos de grave crisis agrícola.

Consecutivo a esta expulsión debió venir un largo período de pestes y enfermedades porque el descenso de población fue más acusado que el producido por este hecho. Las causas epidemiológicas es posible que fueran producidas, en gran parte por el continuo encharcamiento de la ribera del Gigüela hasta unirse al estancamiento conocido por las Tablas, en su confluencia con el Guadiana. El Dr. Villalobos, en su libro «Los Toros Jijones», en la página 123 nos dice «…El endémico paludismo, propagado por los abundantes mosquitos anopheles que en las aguas (…) encuentran el medio adecuado para su multiplicación y desarrollo, siega vidas y más vidas en estos años calamitosos…» Otros autores también nos dicen que, reinar los vientos del SO (ábrego) y el anegamiento constante de estas tierras, eran culpables de que los vecinos de Villarrubia pareciesen enfermedades y epidemias como la viruela, la pulmonía, el sarampión, etc., que diezmaban en poco tiempo la población.

Aunque los conflictos bélicos siempre estuvieron lejos de aquí, no por ello dejaron de influir en la demografía. Retomando la valiosa información de las susodichas Relaciones Topográficas, vemos que la contestación 38 nos dice que, de esta villa, salieron muchos soldados para las guerras al servicio de su Majestad, y para sofocar la rebelión de los moriscos en granada (años 1568-1571), además nos pone de manifiesto el arrojo y valentía de algunos de estos soldados. Hubo una época que había que aportar un soldado por cada cien vecinos y, en ocasiones, el pueblo tenía que pagar un determinado número de soldados -así había que aportar hombres y dinero-. Estas levas de soldados no sólo suponía una pérdida de potencial humano, que muchos ya no regresaban, sino del que dejaba de nacer. Esto suponía una grave crisis en la economía del pueblo y en la caída de su demografía, ya que la mayoría de los hombres con los que se tributaba se encontraban en edad de procrear y de trabajar.

En problema agrario siempre ha tenido incidencia en la demografía de nuestro pueblo, bien por plagas y enfermedades de los cultivos, bien por largos períodos de sequías, bien por la mecanización del campo -ya en nuestros días-; repercutiendo en escasas producciones agrícolas y ganaderas aquéllas causas, y en excedente mano de obra ésta última; viéndose obligados, en muchos casos, a emigrar a otros lugares buscando mejores medios de vida y de bienestar, originándose así un movimiento migratorio que, en Villarrubia, ha sido menos acusado que otras localidades de nuestro entorno geográfico. Atraídos por rumores de los que se aventuraron en avanzadilla en probar fortuna, desde finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta, en que empieza a notarse el desarrollo económico en España y en Europa, se inicia una cierta inquietud en la gente joven en buscar otros horizontes de vida y de trabajo, con la incertidumbre de encontrar satisfactoriamente un hueco en una sociedad distinta a la que hasta entonces se había desenvuelto ya que, generalmente, era mano de obra poco cualificada (aunque hay otro tipo de emigrante más selecto o cualificado que ha tenido menos incidencia en el desarrollo demográfico por ser menos numeroso). Los puntos de destino de la masa migratoria son diversos; la mayor parte es dentro de la geografía española, y en mayor número a Madrid, que se ha convertido en la ciudad que más villarrubieros alberga, aunque también da acogida a un movimiento a un movimiento de mano de obra que pudiéramos llamar de «ida y vuelta». Este tipo de emigrante -si se le puede llamar así- ha convertido a Villarrubia en una ciudad dormitorio.

Concluyendo, diremos que nuestro núcleo de población tiene un origen incierto. Hay que agarrarse al asidero de la hipótesis y suponer que se consolidaría su asentamiento con la mezcla de varias etnias que a lo largo de su historia cultivaron su tierra, criaron ganado, sufrieron las inclemencias del clima, supieron pelear cuando les hizo falta, y se distrajeron con su pecualiar visión del mundo mirando siempre hacia adelante atravesando sus coyunturas económicas y los avatares epidémicos, -que no fueron pocos- formándose estratos sociales con su lógica desigual participación en la riqueza. Y desde el punto de vista evolutivo, las gentes de Villarrubia, en todos los oficios y actividades -que aquí se dan-, han sido capaces de adaptarse a las exigencias cambiantes de los tiempos, observándose la evolución más significativa en el campesinado al mecanizarse los trabajos, tanto en la mano de obra de los cultivos como en la de acarreo, de tal manera que ya el trabajador agrícola, sea por cuenta propia o ajena, se ha vuelto más polifacético, al tener que aprender otros oficios, por lo que ha enriquecido su cultura; habiéndose reducido el abanico de las diferencias sociales en las nuevas generaciones, lo que ha venido a engrosar las clases medias. La yunta de mulas, como fuerza motriz y los antiguos utensilios han dado paso al vehículo motorizado y sus aperos.

Ciudad Real, Julio de 2.000

Fabián Martínez Redondo

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