SAN CRISTOBAL Y SU ERMITA

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Hay pocos antecedentes sobre el inicio del culto a San Cristóbal en su Ermita, y el por qué de la ubicación; de la misma en el cerro que lleva su nombre. Situada esta Ermita en la cúspide del cerro, goza de una visualidad excepcional, divisándose desde allí gran parte de la llanura manchega.

Según las Relaciones Topográficas de Felipe II, en el año 1575, ya existía la Ermita de San Cristóbal, y el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1753, nos dice la existencia de dicha Ermita con santero. Esta pequeña Ermita, que tiene adosadas dos habitaciones, una a cada extremo; se utiliza una para cocina y la otra se supone que fuera para cuadra de las caballerías. Siempre ha tenido un acceso muy abrupto y escabroso, sobre todo, en su tramo final de subida al cerro, por las asperezas de la sierra, por una senda de herraduras, que solo se podía subir y bajar andando; por lo que no es difícil imaginar que haya estado siempre en estado de deterioro por las dificultades que entrañaba subir materiales y el agua imprescindibles para sus reparaciones y mantenimiento, este deterioro vino a culminarse en los años de la guerra civil española cuando fue desmantelada y destruida la Imagen de San Cristóbal; pero una vez pasada esta contienda, la Hermandad de la Soledad y Vera-Cruz adquiere una Imagen nueva del Santo y, por segunda vez, se hace cargo de su reconstrucción, participando en ello todos los cofrades que aportaron su trabajo y sacrificio, recuperándose, en el año 1951, tras unos años de forzado abandono, una de las tradiciones más ancestrales de nuestro pueblo: La de subir allí a comerse el hornazo.

Llegamos al año 1982, cuando por el paso del tiempo, la Ermita se halla en un estado ruinoso, de semiabandono. Es de nuevo la Hermandad de los «blancos», y gracias a la valiosa aportación económica del pueblo de Villarrubia de los Ojos la que se encarga de una nueva reconstrucción. Se hacen notables y significativas remodelaciones como la sustitución del sistema abovedado que la cubría por el adintelado actual; el hundimiento del viejo campanario y la construcción de una nueva torre; dejando la Ermita tal y como se encuentra actualmente.

Se ignora de cuando data la tradición de subir allí a comerse el característico hornazo. Ya en el año 1884, el 2 de Mayo se hacían vísperas, y el 3 de Mayo función religiosa con sermón delante del Santo, en su Ermita, y al finalizar la función se repartía entre los asistentes el característico «bateo» (una fanega de candeal tostado). Lo cierto es que llegada la Cruz de Mayo, en nuestro pueblo es tradicional el hornazo, que como es sabido está realizado con masa de pan endulzada (torta) y el huevo puesto encima sujetado con una cruz de la misma masa, todo cocido al horno.

Es una fiesta en la que participan pequeños y mayores, es decir, de todas las edades, que se venía haciendo desde tiempo inmemorial el día 3 de Mayo, habiéndose trasladado su celebración al primer Domingo de este mes, para que pueda participar todo aquel que lo desee. Siempre, desde muy temprano, la chiquillería y la gente joven y algunas personas mayores se desplazan hasta allí andando. Pero, ya desde hace unos años se puede llegar a la Ermita de San Cristóbal en coche, merced al camino hecho por la vaguada de «Joseperas», y así, ciertas personas que por su naturaleza de avanzada edad, o que por cualquier impedimento les era dificultoso subir por su pie, ahora pueden hacerlo con cierta comodidad. La gente llega con sus viandas y se va situando alrededor de la Ermita. Es una fiesta con arraigo que ha llegado a nuestros días con una fuerte tradición, jugando un papel importante la gastronomía como es el típico hornazo y el «bateo» que son dos alicientes costumbristas que se celebra como gira campestre en el que toma parte gente de todas las edades que marcha al cerro de San Cristóbal para comérselo en bulliciosa alegría siendo una vianda propia de ese día de la Cruz de Mayo. Las madres que tenían un mozo novio regalaban a las futuras nueras un hornazo o rosca de grandes proporciones conteniendo una docena de huevos o más; en este regalo rivalizaban en su contenido y presentación. Aunque en años de penuria y escasez no se pudiera desenvolver en la abundancia (tenemos sobre esto varios recuerdos de nuestra infancia), cada familia se las ingeniaba para que ese día no faltase y celebrábamos el día del hornazo como podíamos, porque no faltaba la buena voluntad de nuestras madres que se prestaban a preparar los ingredientes necesarios pasando así una hermosa y cálida mañana de asueto, siendo enormemente felices con tan poca cosa. Hoy se sigue celebrando, pero al nadar en la abundancia, parece que no es tan suculento ni se desea tanto su llegada.

Mediada la mañana, se saca al Santo en procesión hasta el Altar, ornamentado con tomillo y romero, habilitado para la celebración de la Santa Misa. Finalizado el acto religioso, se subasta un gran hornazo y una pequeña estatua de la imagen de San Cristóbal. Después el Santo vuelve a la Ermita, igualmente en procesión, y al llegar a la puerta queda expuesto mientras dura el reparto del popular «bateo» (que como se sabe es trigo tostado).

Desde el año 1986, la Hermandad y Cofradía de la Soledad y Vera-Cruz, que le da culto a San Cristóbal, viene organizando una serie de actos culturales en honor del Santo que, en un principio, aunque se le llamaba semana cultural, solo era el fin de semana más próximo al día 10 de julio, festividad de San Cristóbal, patrón de los conductores. Por la tarde, de ese mismo Sábado, tenía lugar la bajada de la imagen del Santo, andando y a hombros llegando en procesión a la Iglesia de la Soledad, donde permanecía hasta el día siguiente, domingo. Esta celebración de la festividad de San Cristóbal, desde el año 1991, se ha prolongado a una semana completa de actos culturales, comenzando ahora con la bajada del Santo el sábado anterior a la festividad, con el fin de que el día 10 de julio lo pase entre sus fieles, finalizando la semana el domingo siguiente en que a las 10 de la mañana es celebrada una Solemne Función Religiosa (en acción de gracias) y acto seguido, con el Santo en la puerta del Templo, se inicia la bendición de todos los vehículos que desfilan a Su presencia. A continuación, y en coche descubierto, preparado al efecto, el Santo es llevado a su Ermita, formándose una larga caravana de automóviles detrás de El que culminan en lo alto del cerro pasando allí los vehículos también por delante de la puerta de la Ermita.

Ciudad Real, Febrero de 1994

Fabián Martínez Redondo

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