Las noruegas de pistacho de las Hermanas Clarisas de Villarrubia de los Ojos endulzan paladares en la región y fuera de ella, pero hay mucho más que tradición detrás de estos dulces de convento que han llegado incluso al Papa Francisco. El próximo 31 de mayo recibirán la placa al mérito regional en la gala que acogerá Manzanares en el cuarenta aniversario de las primeras Cortes en Castilla-La Mancha.
Fue en 2008, en plena crisis en España, cuando las cinco monjas de clausura que habitan el Convento de Nuestra Señora de la Soledad, empezaron con la venta de dulces. Ellas, igual que cientos de miles de españoles, se quedaron en el paro, por el cierre de la empresa de confección para la que cosían cortinas desde hacía “muchos años”, y optaron por emprender. Como orden, son autónomas, por lo que tenían que sufragar los gastos de suministros, el mantenimiento del convento y sus necesidades.
“Siempre habíamos hecho dulces para agasajar a la gente que nos quería y ayudaba. Al quedarnos sin trabajo, tratamos de buscar una actividad lo más autónoma posible, y se nos ocurrió recurrir a los dulces de convento”, explica Cristina Santos, abadesa de esta comunidad a la que pertenece desde hace 25 años. Procedente de Alcázar de San Juan, la orden lleva en Villarrubia desde el siglo XIX, cuando les cedieron la ermita y unos terrenos tras quedarse en la calle durante la desamortización de Mendizábal.
Con chocolate y en cajas recicladas
Al principio elaboraban dulces típicos de convento, como las mantecadas y las perrunillas, pero hoy van mucho más allá. Se han modernizado tanto que han introducido “el chocolate, el pistacho y la mermelada”. Los cachitos de mermelada y el mazapán auténtico, “con piñón, chocolate y almendras”, triunfan. Pero es que, además, los distribuyen en cajas “con cartón reciclado al 100 por cien” y compran ingredientes en el mercado proximidad.
Los venden en el convento, en la tienda de Down Ciudad Real Caminar y tienen presencia en la red, desde que les obligó el Covid, pues si algo han sabido estas religiosas es reinventarse. Aparte de la campaña de Navidad, sus dulces tienen mucho éxito como detalle en “comuniones y bodas”, sobre todo en Castilla-La Mancha y Madrid. La producción es “muy limitada”, no pueden hacer “más de 50 o 100 cajas al día”, y muy artesanal. “Aquí no hay máquinas que junten y peguen ingredientes, sino nuestras manos”, señala.
“En la época más laica de todos los tiempos, que se reconozca la labor de unas monjas que trabajan para ganarse el pan igual que el resto de personas, porque trabajamos igual que el resto para subsistir, nos ha hecho mucha ilusión”, reconoce a Lanza la abadesa. El premio no lo recogerán ellas, por las exigencias de la vida contemplativa, pero lo harán dos personas de la Orden Franciscana Seglar, que está muy relacionada con ellas. “Nos encantaría ir, pero no se puede hacer todo”, confiesa Cristina Santos.
Eso sí, esperan celebrar el Día de Castilla-La Mancha con una comida sencilla en el patio si hace sol y estarán muy atentas a la entrega de la placa, que esperan colocar en el comedor, junto a una foto del Papa Francisco, que recibió sus dulces de las manos de Gerardo Melgar durante la conferencia de obispos que acogió Roma en 2022, y el reconocimiento que recibieron de la cooperativa El Progreso.
Fuente: https://www.lanzadigital.com/provincia/hermanas-clarisas-villarrubia/