En el corazón de Castilla-La Mancha, entre horizontes infinitos y viñedos, se extiende La Mancha ciudadrealeña, una comarca que no solo ha inspirado a literatos como Cervantes, sino que también late con fuerza demográfica. Con más de 200.000 habitantes repartidos en una veintena de municipios, es la comarca más poblada de la región y una de las más vivas en términos culturales, turísticos y económicos.
Aquí conviven ciudades medias con gran dinamismo, como Tomelloso, Alcázar de San Juan o Valdepeñas, con pueblos más pequeños, pero cargados de historia y encanto, como Campo de Criptana o Argamasilla de Alba. En sus calles se mezclan antiguas ermitas, plazas mayores castellanas, molinos de viento que aún giran en las alturas y museos que recogen la memoria de sus gentes.
Pueblos
Tomelloso es uno de los motores de esta comarca, una ciudad que vive por y para el vino, con bodegas centenarias, una red de cuevas subterráneas únicas y una intensa vida cultural.
Alcázar de San Juan combina tradición y modernidad, con una historia ferroviaria que ha marcado su crecimiento y un patrimonio que mezcla molinos, iglesias y museos dedicados a los hidalgos manchegos.
En Valdepeñas, todo gira en torno al vino: desde su arquitectura urbana hasta su oferta museística, pasando por sus animadas fiestas patronales.
Manzanares sorprende por su castillo, sus plazas porticadas y su museo del queso manchego, un producto que aquí es casi religión.
Argamasilla de Alba presume de ser el lugar donde comenzó la leyenda de Cervantes: en su cueva-prisión, según la tradición, habría empezado a gestar El Quijote. El pueblo mantiene ese vínculo literario como seña de identidad, y lo acompaña de un valioso patrimonio civil y religioso.
Ruidera ofrece un paisaje totalmente distinto, donde la llanura deja paso al agua: las lagunas del Parque Natural, de un azul sorprendente, forman uno de los conjuntos lacustres más hermosos del sur de Europa, ideales para el paseo, el baño o simplemente su contemplación.
Daimiel, además de sus iglesias barrocas y su aire sosegado, ofrece uno de los tesoros naturales más valiosos de España: el Parque Nacional de las Tablas, un refugio para las aves y para quienes buscan paisajes húmedos en plena llanura.
La Solana destaca por su Plaza Mayor y por su fuerte identidad cultural, que se refleja en sus celebraciones y en el carácter de sus vecinos.
Campo de Criptana es parada obligada para los amantes de la literatura y la imagen icónica de los molinos de viento, alineados sobre el cerro como gigantes que aún esperan a Don Quijote.
En Socuéllamos, el vino vuelve a ser protagonista, pero también la modernidad de sus museos y el dinamismo de su industria agroalimentaria.
Villarrubia de los Ojos combina lo agrícola con lo natural: desde las laderas donde crece la vid hasta los humedales protegidos donde florece la biodiversidad.
Por último, Herencia es sinónimo de carnaval y de molinos, de fiestas con raíces profundas y de un entorno donde la arquitectura religiosa y popular dialogan con la memoria colectiva.
Cada rincón de esta comarca suma identidad al conjunto: Tomelloso, Alcázar de San Juan, Valdepeñas, Manzanares, Daimiel, La Solana, Campo de Criptana, Socuéllamos, Villarrubia de los Ojos, Herencia, Pedro Muñoz, Argamasilla de Alba, Membrilla, Villarta de San Juan, Arenas de San Juan, Puerto Lápice, Arenales de San Gregorio, Llanos del Caudillo, Las Labores y Ruidera forman el alma de La Mancha, una tierra extensa, diversa y llena de matices que invita a recorrerla despacio, con todos los sentidos bien despiertos.
Fuente: encastillalamancha
