El jubilado de Villarrubia en tiempos pasados

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Antiguamente, los trabajadores no se jubilaban, ya fuesen del campo o de algún oficio urbano, pues no había el sistema de pensiones que ahora existe y estaban trabajando mientras sus fuerzas lo permitían, y cuando ya se veían impedidos para ser útil en su actividad estaban obligados a convivir con alguno de sus hijos/as, siendo una carga económica para éstos, aplicándoles la frase de: “ahora ya sopitas y al rincón”; esto significaba que sólo servía para comer y calentarse en los días fríos del invierno en el sitio preferente del fuego de la cocina y atizar la leña de la lumbre para que no se apagara, al mismo tiempo que vigilaban el puchero de judías o de otros guisos que estaba puesto en el fuego haciéndose la comida o la cena. En los días soleados de otoño y primavera solían buscar, y reunirse con sus afines, los sitios favorecidos por el sol, y en verano buscaban la sombra. Estas reuniones les servían para dialogar sobre sus hazañas en tiempos pasados.

Como los tiempos cambian, y creo que para mejor, este colectivo de personas mayores, desde que se jubilan, aunque en algunos casos puedan seguir trabajando, tienen donde reunirse en los hogares hechos para ellos.
He compuesto el siguiente soneto que creo define bien a las personas jubiladas, llamadas ahora de la tercera edad, donde se reflejan las huellas de los años.

DE AÑOSO A JOVEN
(huella de los años)

¿Qué miras? ¿Las arrugas de mi frente?
Surcos son que las horas han trazado,
donde clavó el dolor su corvo arado,
donde arrojó el trabajo su simiente.

Lo que fue un día huerto floreciente
es hoy campo desierto y esquilmado.
No da lirios y salvias como el prado,
da malezas y abrojos solamente.

En primavera vivaz de colores
tu jardín se ve ahora rebosado,
y, en madurando el amor de esas flores,

en breve tiempo se habrán deshojado.
Sin darte cuenta estás en los albores,
de caminar a mi senecto estado.

Ahora existen residencias (antes se les denominaba asilos) para las personas mayores llamadas de la tercera edad, adaptadas para ellas con toda clase de comodidades. Diremos en clave de anécdota, en voz popular, algún hecho real ocurrido en tiempos que no existía pensión de jubilación, cuando los viejos eran una pesada carga, tanto en lo económico como en lo social, para sus hijos. Hecho del que he compuesto el siguiente poema:

EL ASILO DE ANCIANOS

De muy larga tradición,
el asilo es un lugar,
pues los griegos ya lo usaban
para pobres albergar.

Ha llegado a nuestros tiempos
esta noble institución,
muy cerca de Villarrubia,
en Daimiel y Malagón,

Casi siempre eran ancianos,
que en su hogar ya molestaban,
y en el asilo que fueran,
hasta su defunción estaban.

Con su labor encomiable,
sirviendo a la humanidad,
se nombra a estas residencias,
ahora…, de tercera edad.

Había un eco en Villarubia,
que entre la gente circulaba,
que al asilo de Daimiel
un hijo al padre llevaba.

Tras dos horas de camino,
los dos subidos en carro;
pues, llegaron a Zuacorta,
y a descansar se pararon.

Allí media la distancia,
de Villarrubia a Daimiel,
que era un molino de harina
de los que ahora no se ven.

Sus tres piedras se movían,
con el agua del Guadiana,
allí se encauzaba el río
que buena fuerza llevaba.

Cuando estaban descansando,
el padre sin fuerza estaba,
con lágrimas y sollozos
el anciano murmuraba.

Con poco aliento decía
aquí descansé también,
cuando llevé yo a mi padre
al asilo de Daimiel.

El hijo que se percata
de aquella murmuración,
queda mirando a su padre,
haciendo él su reflexión.

La reflexión fue ligera,
y a su padre comentó,
al asilo no te llevo,
vamos a casa los dos.

Ciudad Real, Mayo de 2008
Fabián Martínez Redondo

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